martes, 8 de marzo de 2016

Catedral gótica y esoterismo cristiano (IV): Espacio y tiempo transfigurados.

Ich schreite kaum, 
doch wähn´ich mich schon weit.

- Du siehst, mein sohn, 
zum raum wird hier die zeit.

R. Wagner, Parsifal (Acto I, Escena 1)



"La cualidad de la experiencia se ve afectada porque 
el ambiente físico afecta al estado de la conciencia."

Tenzin Rínpoche, El yoga de los sueños.



Hasta aquí hemos abordado un análisis simbólico de la catedral gótica 
de índole marcadamente estructural, centrándonos principalmente en su dimensión arquitectónica, la cual es sin duda la dimensión más espectacular de todo el arte gótico. Por este motivo puede decirse que hemos observado la catedral medieval en tanto que 'objeto', estudiándola como una realidad fija e inmóvil, si bien hemos interpretado esta realidad, como corresponde a una perspectiva tradicional, como un 'microcosmos'

Pero tal 
acercamiento hacia una obra de arte sacro tan compleja como es una catedral gótica sería incompleto e insuficiente si no atendiéramos también a su dimensión funcional, en tanto realidad viva, activa y útil, que se pone en acción a través de los actos humanos. Esta función es principalmente ritual, y no debe olvidarse que es por y para esta dimensión funcional que la catedral existe, pues si su funcionalidad y utilidad no fuera perceptible para los hombres y mujeres de la edad media nadie se habría tomado la molestia de construirlas. Por tanto, a la hora de abordar el estudio de la catedral gótica -y de todo el arte medieval en realidad- hay que tener muy presente algo que puede parecer obvio pero que se olvida con demasiada frecuencia: sin ritos -y obviamente ritos cristianos- no hay catedral posible. 


Por esta razón en adelante nos proponemos profundizar en el significado ritual de la catedral cristiana tomando en cuenta la función y el uso a que estos templos estaban destinados. Hay que alejarse por tanto de la visión simplista de las catedrales góticas como 'objetos' artísticos para atender más bien a su papel como 'espacios' en los que tenían lugar rituales sagrados, lugares teofánicos donde se vislumbraban los sagrados misteriosAdemás al adentrarnos en el análisis funcional del templo cristiano medieval no pueden dejarse de lado las implicaciones políticas y sociales que el mismo tenía

Sin embargo antes de entrar de lleno en los aspectos más funcionales y rituales de las catedrales góticas es necesario referirnos a algunos aspectos del arte gótico acerca de los cuales persisten numerosas ideas erróneas que deben ser matizadas. 

 La cuestión de la luz en el arte gótico. 

Quizá el error más generalizado es el que gira en torno al especial uso de la luz en el arte gótico pues es muy generalizada la idea de que el gótico era un arte mucho más luminoso, en el sentido de presentar una mayor abundancia de luz, que los estilos arquitectónicos anteriores -como el románico por ejemplo-. Si bien se ha dicho en ocasiones que el gótico es un 'arte de la luz', no por ello sus templos eran especialmente luminosos, no más que las catedrales y basílicas del último período románico. 

El aporte del gótico es más bien de índole cualitativa que cuantitativa, como corresponde a un arte extremadamente conceptual como fue este pero que no reforma ni niega las bases del arte sacro tradicional. El gótico toma en cuenta la luz de un modo único, otorgándole un papel más activo y empleándola como un recurso arquitectónico más. Pero todo ello no se hace nunca con un fin estético, sino con una finalidad comunicativa, haciendo de la luz el vehículo de una enseñanza espiritual que debía, mediante su vivencia, transformar al fiel. 

Dicho esto, si bien el gótico hace este uso activo de la luz y la convierte en un elemento esencial de su arquitectura no debe olvidarse que el interior de una catedral gótica medieval tenía muy poco que ver con el ambiente que los visitantes encuentran en ellas en la actualidad. 

Las vidrieras medievales, que eran la herramienta por la que la luz resultaba transfigurada al penetrar en el templo, estaban pensadas y fabricadas para colorear la luz -es decir, simbólicamente, para aportarle cualidad- pero en ningún caso su misión era 'alumbrar' el interior del templo, y no puede decirse que dejaran pasar mucha más cantidad de luz -y sobre todo de luz blanca- que las ventanas románicas. La función de las vidrieras 
no era iluminar el templo sino iluminar el alma de los fieles. Las paredes se volvían resplandecientes y parecían enjoyadas, esto es cierto, pero el interior del templo seguía permaneciendo en completa penumbra y presentando un aspecto que, a ojos del hombre moderno, resultaría bastante tenebroso.  

Hemos hablado de penumbra para referirnos al ambiente interior del templo medieval pero podría emplearse quizá con más acierto aquella expresión acuñada por Dionisio Areopagita en su Teología mística -y que tanto inspirara al abad Suger- de 'divina tiniebla'.     

Esta 'divina tiniebla' no se trataba de paliar con la desaforada profusión de vidrieras, por el contrario dicha atmósfera invitaba al recogimiento y era una condición imprescindible que debía aportar la arquitectura sacra para ejercer su irrenunciable función de dirigir a los fieles hacia la divina contemplación. 

La luz blanca era así la luz del mundo exterior y el tiempo profano, mientras la luz coloreada que aportaban las vidrieras denotaba la diferente cualidad del tiempo y el espacio en el interior del templo: el tiempo sagrado, el tiempo de los misterios. 



Vidrieras de la catedral de Notre-Dame de Chartres (comienzos del s. XIII) situadas bajo el rosetón occidental. Destaca en ellas el azul zafiro del famoso 'bleu de Chartres'.  El conjunto de vitrales de Chartres es probablemente el más asombroso y mejor conservado de todo el gótico europeo. 

        

Grisallas decimonónicas de Notre-Dame de París (izq.) y San Pedro de Poitiers (der.) pensadas para permitir una mayor entrada de luz que las vidrieras originales a las que sustituyeron. 
La necesidad de 'más luz' para alumbrar el templo en tiempos modernos -curiosamente a partir del siglo de las luces y el 'iluminismo'- demuestra que efectivamente las vidrieras medievales nunca cumplieron la función que vulgarmente se les supone, un tanto puerilmente, de 'alumbrar' el espacio interior: su papel era crear la atmósfera de recogimiento adecuada y a la vez aportar a los fieles motivos de contemplación.  




*


El ambiente interior de la catedral. 

A la penumbra creada por las vidrieras hay que añadir otro hecho a menudo olvidado: la polícroma pintura de paredes y bóvedas. El interior de las catedrales góticas se hallaba completamente pintado en colores bastante intensos. 

Y aquí encontramos otra diferencia notoria con respecto al templo de orden románico. Mientras en el románico la decoración de las paredes interiores del templo solía ser de carácter figurativo, representando normalmente episodios de la Escritura pero también en ocasiones alegorías, en el gótico, debido sin duda en buena medida a que el arte figurativo se había trasladado a la vidriera, la decoración de las paredes y bóvedas era de carácter abstracto, con motivos geométricos y filigranas, a menudo de inspiración nórdica y céltica. Fue frecuente también la utilización de motivos heráldicos. 




Detalle de la decoración que cubre las columnatas 
de la iglesia colegiata de Notre-Dame-la-Grande en Poitiers (s. XI). 

Pese a que el templo es de estilo románico y las pinturas son una restauración efectuada en el siglo XIX para intentar devolver al templo un aspecto cercano al original la imagen sirve para hacerse una idea bastante cabal de cómo era el ambiente interior de un templo cristiano medieval, muy alejado del modo en que se muestran hoy día las catedrales al turista moderno con sus paredes desnudas. 

Pese al empeño mostrado por los restauradores de la época la intervención fue duramente criticada y se consideró inapropiada para una iglesia (¿?) hasta el punto de ser eliminada por decapado en algunas zonas, por ejemplo en el presbiterio. 


Aspecto que presenta actualmente la nave central de la catedral de Burgos: piedra vista, vidrieras a veces convertidas en ventanales y un enorme coro que, además de romper la armonía estilística del templo, interrumpe la nave principal de la catedral impidiendo la vista y el paso de los fieles. Todo ello muy alejado de la intención original de los constructores medievales que pretendían crear un espacio perfectamente transitable y sin interrupciones. 




El templo gótico como lugar de posibilidad. 

En resumen, la intención de la catedral medieval era crear un espacio sagrado y ello se lograba  básicamente conformando un espacio vacío y carente de distracciones de cualquier tipo -veremos más adelante las implicaciones de esto-. El vacío interior del templo remite a la indeterminación propia de lo inmanifestado y con ello a la omniposiblidad que aquel espacio simbólicamente contiene. Y esta omniposibilidad sugerida por el espacio puro y el vacío perfecto pone en relación evidente el templo medieval con el simbolismo de la Virgen María. Simbólicamente la catedral era una matriz generadora y ordenadora del orden exterior a ella misma, de ella la sociedad medieval irradiaba y se nutría de modo análogo a como la manifestación irradia desde el centro del Ser. 

Todo ello acentúa el significado de la catedral como un espacio de contemplación y de recogimiento, donde el visitante se dirige de manera natural al interior de sí mismo, pero también de movimiento y esta es una particularidad quizá exclusiva del templo cristiano occidental frente a la mayoría de los templos sagrados de otras tradiciones. 

Spengler supo ver muy bien cómo, mientras la arquitectura sacra de todas las culturas invita al estatismo -normalmente a través de la referencia al cuadrado o al cubo- el templo cristiano occidental -no así el oriental, con planta de cruz griega- contiene un cierto dinamismo que contagia o transmite a cualquiera que entre en él, de algún modo invita al visitante al movimiento.  Y, aunque carecemos de pruebas en este sentido, no es aventurado pensar que esta invitación al movimiento era empleada con fines contemplativos, de un modo semejante a la meditación caminando (Kinin) del Zen, pues sabemos que los monjes practicaban meditaciones semejantes en sus claustros.  

Veremos las consecuencias que todo ello tiene en la última parte de nuestro estudio de la catedral gótica, cuando nos centremos más específicamente en su papel ritual. 



*

Para finalizar queremos precisar dos aspectos más que suelen ser bastante desconocidos acerca de la atmósfera propia de las catedrales y templos góticos. 

En primer lugar puede ser útil señalar que los presbiterios góticos en origen estaban abiertos, es decir no existían los muros entre las columnatas de la cabecera del templo que hoy día pueden verse en prácticamente todas las catedrales medievales. Esto debía otorgar un matiz ciertamente curioso a las celebraciones litúrgicas que tenían lugar en tales templos. Dos ejemplos que conservan un aspecto cercano al original -el espacio abierto entre las columnas que delimitan el presbiterio y el deambulatorio- se pueden observar en la abadía de Mont Saint-Michel y en la catedral de Senlis-.  


 

Vista del presbiterio de la iglesia de Mont Saint-Michel. 
Se aprecia el espacio entre columnas por el que se comunican presbiterio y deambulatorio. 


En el estilo gótico primigenio por tanto el presbiterio no estaba aislado del crucero y el deambulatorio del modo en que suele estarlo actualmente. La única separación la suponían los escalones de acceso al presbiterio -que no existían siempre pues a veces solo el altar estaba elevado- y el comulgatorio, formado normalmente por una estructura de columnas que impedía -más simbólicamente que otra cosa- el acceso de los fieles a la zona donde se efectuaba la consagración. Curiosamente mientras se ha aislado con nuevos añadidos el presbiterio del deambulatorio otorgando mayor intimidad al coro, estas estructuras de separación, claramente simbólicas como ya comentamos en una entrada anterior, han desaparecido casi por completo de las catedrales en la actualidad.   


 

Gran crucifijo que separa el presbiterio del crucero y la nave central en la iglesia magistral de San Pedro de Lovaina. Se apoya sobre una estructura gótica de estilo flamígero que da entrada al presbiterio, un añadido  de dudoso gusto que rompe la armonía original del templo, de un sobrio gótico barbanzón carente de cualquier ornamento tanto interior como exterior muy acorde a la pureza artística que predicaban Suger de St. Denis y Bernardo de Claraval.


 
En segundo lugar, y para poner fin a estas reflexiones, es evidente que la penumbra que dominaba el interior de los templos hacía inútil cualquier decoración escultórica. Hay que decir que es el arte nacido con la modernidad, un arte en que cada pieza intenta destacar sobre las otras en detrimento del conjunto, el que ha requerido un mayor aporte de luz -de luz blanca- para poder ser apreciado. También la mirada analítica del espectador moderno es muy diferente a la del hombre medieval que sin duda manejaba otro lenguaje visual. 

En el gótico la importancia recae en el espacio vacío, que como hemos visto simboliza la posibilidad universal. Es entonces todo un signo de los tiempos que actualmente los templos se llenen de 'objetos de arte' que atrayendo las miradas distraen la atención del visitante de lo Único importante. 

La conclusión que podemos extraer de estas reflexiones es que tanto las paredes blancas como los amplios ventanales que alumbran el templo pero ya no lo iluminan, son exigencias de la nueva sensibilidad estética y el nuevo ideal decorativo. Pero el ideal del templo medieval era completamente diferente. Advertimos este choque de mentalidades al comparar cualquier catedral gótica con la basílica de San Pedro del Vaticano. No podemos extendernos aquí sobre este particular pero diremos que el nuevo arte del renacimiento supuso una traición a la antiquísima tradición del arte sacro occidental.  


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