lunes, 10 de noviembre de 2014

Ideologías de la modernidad (II): freudismo



Psicoanálisis y 'ciencia de la psicología'.

Hablamos del freudismo y no de la 'pseudo-ciencia' conocida como Psicología. Queremos matizar que ello no se debe a razones epistemológicas que otorguen algún tipo de superioridad o legitimidad a la moderna 'ciencia psicológica' sobre el psicoanálisis sino a motivos exclusivamente sociales. Nadie puede negar que la influencia social y cultural del psicoanálisis ha sido históricamente mucho mayor que la de la psicología conductista impuesta unilateralmente desde el ámbito académico, que nunca ha superado el nivel de ciencia aplicada y cuya misión social ha sido básicamente ser empleada como herramienta de dominación por parte de las élites del poder: era en definitiva un conocimiento útil para aplicar al orden social. 

Una 'ciencia psicológica' que, dicho sea de paso, adolece del reduccionismo, el materialismo, el simplismo epistemológico y la 'fijación por la cantidad' comunes a todos los otros modos de conocimiento propios del paradigma moderno. 

Además, y por lo que se refiere a su influencia social, los fundamentos epistemológicos de la psicología moderna han permanecido prácticamente desconocidos para el gran público. 

En verdad existieron otras psicologías -tradicionales- antes que esta -pues toda civilización tradicional ha desarrollado una psicología y una antropología, conocimientos comprehensivos del hombre inseparables entre sí- pero  por lo que respecta a Europa, todas ellas fueron olvidadas y extinguidas antes incluso de desarrollarse la simplista y superficial psicología profana actual a la que se otorga el valor de ciencia. 

En todo caso, como ya hemos dicho en otras ocasiones, la psicología moderna no hace ningún honor a su nombre [1], pues no se ocupa en absoluto del alma humana ni la toma como objeto de estudio, al revés la desprecia, y si a veces se encuentra con ella es solo colateralmente, cuando algún fenómeno de la vida psíquica la pone de manifiesto; es precisamente en esta 'región colateral', imposible de estudiar 'científicamente', aquella en la que se centran la psicología profunda y el psicoanálisis. 

De hecho, al apropiarse de forma hegemónica del término 'psicología' debe entenderse de forma precisa que se trata de una usurpación epistemológica, muy acorde a la 'guerra de palabras' y la manipulación del pensamiento en que vivimos actualmente, impidiendo con ello que pueda nacer o surgir una auténtica 'psicología' dirigida al verdadero conocimiento del alma

Ciertamente la psicología moderna no tiene ninguna particularidad, más allá del dudoso mérito de ser la aplicación del paradigma liberal, hegemónico actualmente, al comportamiento humano -un paradigma cientifista, reduccionista y manipulador-, por lo cual sería menos aberrante si al menos esta pseudo-ciencia recibiera el nombre de agología [2] o algún otro término semejante, pero que indique bien claramente que son la conducta y los fenómenos lo único a lo que se atiende, y no al alma. El alma es por definición interior -es decir esotérica- mientras los fenómenos son por definición exteriores. De hecho podría describirse la 'ciencia psicológica' como un conjunto de conocimientos que giran en torno a la/s técnica/s necesaria/s para lograr el deseado cambio de conducta, y esto incluye tanto sus ramas clínicas que pueden dirigirse al indiscutible bien de mejorar las ya lamentables condiciones de vida del hombre moderno -estar un poco más contento consigo mismo, o aceptar mejor su inmodificable condición- así como a sus muy siniestras ramas sociales, empresariales, publicitarias, etc... cuya influencia sobre la vida cotidiana del ciudadano moderno resulta a todas luces nefasta. 

Aquí queremos señalar la llamativa insistencia en la 'adaptabilidad' del individuo como eje fundamental del cambio, es éste -la parte más frágil- el que siempre debe adaptarse, es decir doblegarse al ambiente, al 'ambiente social' se entiende. Así la sociedad se presenta como una realidad inmodificable e incuestionable, toda inadaptación está en la cognición del sujeto, en su interior; ¿existe mejor modo de auto-culpabilizar de modo sutil al sujeto que interiorizando su conflicto, haciéndole responsable del mismo? 

La falla por tanto siempre está del lado del individuo: debe modificarse a sí mismo, nunca modificar las condiciones, que le son impuestas por su sociedad. Este 'discurso', disfrazado de 'darwinismo' y de progresismo, resulta aún más paradójico si cabe cuando semejante retórica acerca de la necesidad de adaptación por parte del sujeto tiene lugar dentro de una sociedad tecno-industrial que si por algo se caracteriza es por no adaptarse jamás a la naturaleza sino, al contrario, por imponer su criterio y someterla mediante la violencia de su tecnología, violentamiento al que se denomina muy eufemísticamente 'liberación' de las cadenas de la naturaleza... 

Por lo demás, no evolucionan ni se adaptan los sujetos tomados individualmente -atomizados tal y como pretende la doctrina neoliberal y progre-, ni en el 'darwinismo' ni fuera de él, sino las poblaciones, es decir los grupos o colectivos de individuos asociados fuertemente y estrechamente dependientes entre sí. Esto ya debería poner en guardia a cualquiera que esté libre de prejuicios ante el proyecto real de diseño social y sobre todo de manipulación y re-construcción individual -manipulación dirigida de la mente y los sentimientos del individuo- de la autodenominada 'ciencia ' de la psicología.  

Frente a esta 'ciencia' que es en realidad una poderosa herramienta de control mental y emocional de los ciudadanos por parte del poder, el psicoanálisis siempre ha reclamado su lugar como 'contra-cultura' por el medio de ocuparse de las regiones psíquicas y los fenómenos ignorados e inexplicados por la modernidad en general y su falsa 'ciencia psicológica' en particular, y por ello se ha presentado siempre como un conocimiento nuevo y alternativo -otra palabra fetiche de la postmodernidad- e incomprendido por el paradigma dominante, algo que desde luego no es, pues no constituye, como ya hemos dicho, sino la cara más irracional de la modernidad, inseparable de la otra desde su mismo origen y que es el necesario contrapeso de la racionalidad exclusivista. 



El freudismo como inmersión en lo inferior. 

A este respecto y como principal diferencia con la psicología cientifista dominante, hemos señalado que al freudismo podría al menos reconocérsele el valor de haber vuelto la mirada al alma, históricamente despreciada por el paradigma racionalista y materialista de la modernidad. Sin embargo lo que bien podría haber sido una virtud se convierte más bien en su mayor defecto, pues el freudismo tiene la particularidad de dirigir su atención siempre hacia lo más inferior y problemático del ser humano, viendo en todo pruebas de una mezquindad humana ontológica -y por tanto insuperable-, de traumas no superados, de histerias o de enfermedades mentales de todo tipo. En esto último coincide con la ciencia psicológica, ya que al clasificar todo comportamiento no hegemónico como esencialmente problemático convierte virtualmente a todos los ciudadanos en enfermos mentales y en potenciales problemas para su sociedad. Cada sujeto se convierte así, no solo en un ser aberrante y sin dignidad, de vocación neurótica y sociópata, sino además en un problema

Quizá por esta razón el psicoanálisis se fijó desde su origen ante todo en el alma enferma y sus trastornos, y nunca en la expresión cultural normal del comportamiento humano, trastornos estos que captaron su atención que luego 'proyectó' un poco por todas partes, desde el arte hasta los éxtasis místicos, pretendiendo explicar la realidad humana desde ellos. Un punto de vista profundamente sesgado y negador de todas las tradiciones antiguas a las que sin embargo el psicoanálisis se permitía juzgar y analizar desde su superioridad etnocéntrica -al igual que el marxismo-. Como bien advierte Evelynn Underhill no toda visión o fenómeno que dé testimonio de la 'vida del alma' proviene de lo inferior. En tal caso no serían posibles las intuiciones -en el sentido exacto del término- o las iluminaciones. El alma debe entenderse como algo más que un depósito de contenido subconsciente y la vida espiritual de los místicos como algo cualitativamente distinto de una neurosis o una histeria causados por un exceso de sentimentalismo. [3] Es el paradigma racionalista e iluminista de la ciencia moderna el que crea semejantes monstruos en el interior del alma humana al pretender que se puede ser solo 'racional', y que para llegar a ser 'humano' se debe excluir todo lo emocional por enfermo, inferior e innoble. Es realmente al revés, es verdaderamente imposible llegar a constituirse un ser humano completo, equilibrado e integral, excluyendo una parte esencial, y natural, de sí mismo como son las realidades que no responden a las lógicas racionales e instrumentales. 


Como hemos dicho al referirnos a su papel de complemento ideológico del marxismo, el freudismo y el psicoanálisis siempre se han interesado por todo lo que el paradigma racionalista dominante excluía o evitaba, todo lo oculto: desde los sueños, hasta los fenómenos paranormales, pasando por la mística, la mediumnidad y la magia. Es decir el psicoanálisis se constituyó en la forma de estudio privilegiada del desván 'irracional', ese lugar indeterminado donde iba a parar todo lo que el paradigma iluminista no era capaz de catalogar y controlar en base a la débil luz de la razón, es decir, todo aquello que por el bien del propio paradigma debía quedar fuera de la mirada científica. Es en tanto hace hincapié en estas fallas del paradigma racionalista en tanto que límites de la modernidad que el psicoanálisis debe ser considerado un precursor directo, el primero probablemente, de la postmodernidad. 

En este sentido no es poco el favor que el psicoanálisis hizo a la psicología académica, desviando todos esos asuntos 'difíciles' a otro plano cultural y social y dejándola las manos libres para ocuparse de asuntos prácticos y objetivos. Como vemos, ambas corrientes están lejos de oponerse más allá de en los métodos y las formas exteriores. Aquí, del mismo modo que la psicología cientifista acaparó un campo de la realidad humana para su uso exclusivo, el psicoanálisis asumió para sí aquellas regiones de la realidad que no podían ser contenidas en el mismo, las zonas liminares y periféricas de las que nadie desde el 'polo racional' quería ocuparse. 


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Hasta aquí hemos visto el papel político que jugó el psicoanálisis dentro del marco ideológico y social del último siglo, logrando legitimarse en buena medida al situar su campo de estudio en la periferia del paradigma, acotar y repartirse el 'objeto de estudio' con la psicología 'científica' y situarse como parte contestaría o rebelde -es decir, un simulacro de emancipación, tal y como el marxismo en su ámbito- respecto a la dialéctica científico vs. pseudo-científico tan querida por la retórica de la modernidad. Así mientras las disciplinas que se adueñan del término 'científico' abogan siempre por la pretendida luz de la razón, según el paradigma positivista solo presente en lo más visible, el psicoanálisis encontraba su hábitat cultural idóneo en lo oscuro, lo dudoso, lo oculto y lo irracional.

Entrando ahora en el análisis del psicoanálisis mismo como 'doctrina', podría parecer que en el siglo XXI freudismo y psicoanálisis están pasados de moda. No lo creemos así, consideramos por el contrario que, aunque como disciplina práctica su presencia en la sociedad es meramente residual, su influencia cultural es amplísima y puede reconocerse en las 'nuevas psicologías' y psicoterapias alternativas que constantemente aparecen por doquier así como en buena parte de la omnipresente new-age. Su aparente pérdida de presencia en la sociedad no es de extrañar si atendemos a la disolución que el psicoanálisis padeció ya desde sus mismos orígenes, disolución que es todo un sello o 'marca' de su modernidad y que es debida en buena parte al exagerado personalismo con que estas corrientes se fundaron. Encontramos un fenómeno similar precisamente en el marxismo, una disciplina donde ha sido especialmente notoria la lucha por la 'pureza original', la 'ortodoxia' contra las disidencias, la búsqueda del verdadero mensaje del fundador o la renovación que implica un cierto 'volver al origen', todo ello retóricas que entran de lleno en el lenguaje religioso. En verdad estas corrientes triunfadoras de la modernidad imitan en muchos aspectos, al modo de pseudo-religiones,  los modelos empleados por los antiguos sistemas religiosos a los que, por otra parte, tanto critican. 



El freudismo como ideología anti-tradicional. 

En cuanto a su dimensión filosófica e intelectual el freudismo supuso el golpe definitivo a cualquier posibilidad de contacto cultural por parte de occidente con el Intelecto superior, al menos a nivel social -ya que a nivel particular la puerta no puede nunca cerrarse completamente para todos-, algo que ya venía anunciándose desde el siglo XVIII con la extensión de prácticas que podríamos calificar como 'métodos' de acercamiento a lo inferior: hipnosis, mediumnidad, ocultismo, magia, etc. Prácticas que el psicoanálisis asumió desde sus comienzos y que defendió además como vías de conocimiento legítimas del subconsciente o de la 'psique profunda', en todo caso lo más inferior. Todo ello además aderezado con el característico espíritu experimental tan propio de la modernidad occidental, carente por completo de sentido común y responsabilidad. 

Hay que destacar un par de detalles particularmente importantes. Por una parte estas prácticas estuvieron muy asociadas en su origen con la tremenda represión psicológica y social del puritanismo victoriano y en general con la esfera intelectual protestante. Es precisamente en este ámbito en el que Freud elabora sus teorías y precisamente su crítica social -si puede llamarse así- se dirige contra ese puritanismo victoriano. Este carácter crítico -verdadero simulacro de emancipación, como hemos dicho- emparenta directamente las tesis sociales de Freud con los delirios pretendidamente revolucionarios y anti-burgueses del mayo francés y en general con las reclamaciones de libertad de la juventud europea postmoderna. Esta juventud, en extremo hedonista y aburguesada, aunque aparentemente anti-burguesa en sus formas y su discurso, solo preocupada por viajar y conocer mundo, que odia su propia historia, entregada como está a la más absoluta molicie moral e intelectual es ya mayoría en Europa y nos parece una aterradora prefiguración del orden sincasta, es decir sin valores, que está por venir. Y nos parece muy reconocible la relación de parentesco que une a esta especie de subcultura mayoritaria con el freudismo.  

En segundo lugar tales prácticas psíquicas empleadas por el freudismo desde su origen, están en el origen a su vez de ciertos pseudo-mitos modernos muy arraigados en la new-age, como la comunicación con espíritus o 'seres superiores', la existencia de extraterrestres u otros fenómenos más o menos paranormales. Sin duda un estudio profundo de estas relaciones arrojaría insospechadas relaciones, ya que el ocultismo como subcultura parece provenir de la misma esfera socio-cultural que el capitalismo mismo...    

Como ya hemos dicho percibimos en el psicoanálisis una tendencia nihilista innegable, que trabaja por arrastrarlo todo a su nivel más inferior. De hecho pueden analizarse diversos aspectos de esta ideología que muestran de forma evidente su carácter de inversión anti-tradicional, destacaremos los que nos parecen más significativos a continuación. 

Para empezar podríamos referirnos a la conocida teoría interpretativa de los sueños, sin duda lo que más fama ha dado al freudismo a nivel popular. En ella, los sueños, lejos de ser vehículo de posible contacto con lo numinoso -tal y como han sostenido todas las tradiciones- pasan a ser depósitos de todas las excrecencias y escorias del alma humana. En resumen se detecta cómo para el psicoanálisis no hay nada de superior o espiritual en el alma del hombre, todo se reduce a una lucha de dos opuestos -Eros y Tanathos- por igual inferiores, repugnantes y materialistas. Todas sus teorizaciones excluyen por norma la posibilidad de cualquier influencia espiritual superior real de modo que lo numinoso permanece siempre negado y fuera del alcance del sujeto, cuando no será entendido como una sublimación de las más groseras pulsiones inferiores. 

Lo mismo puede decirse de su práctica terapéutica que a menudo aparenta ser una inversión bastante ridícula de prácticas tradicionales que han existido siempre y en todas partes. La introspección psicoanalítica en que el paciente es libre de hablar (o dibujar o escribir) juntando ideas de forma aparentemente azarosa es una grosera imitación de la auto-observación rigurosa -y controlada- que exige toda práctica espiritual mínimamente  seria. Las visualizaciones psicoanalíticas son a su vez la contra-forma de las 'meditaciones en los misterios' o en los 'vehículos sagrados' que bajo una forma u otra propone toda tradición como camino iniciático en vista precisamente de establecer una comunicación con esas realidades superiores que el psicoanálisis ignora. 

Por otra parte toda disciplina de auto-conocimiento tradicional aconseja exactamente lo contrario a lo que proponen el psicoanálisis y las nuevas psicologías que son hijas más o menos directas o bastardas de él. Toda disciplina tradicional insta a separarse y tomar distancia frente a los fenómenos, a fin de evitar precisamente que la mente divague en el tumulto aparentemente azaroso de los pensamientos -que de azaroso no tiene nada- y éste se imponga a la voluntad consciente del sujeto; por estas razones se aconsejan meditaciones y visualizaciones guiadas o dirigidas, para conducir al sujeto a un progresivo control o gobierno de la mente, exactamente lo contrario a caer en el peligroso 'automatismo mental'. 

Otro aspecto que llama la atención de su práctica es cómo el terapeuta se inviste de una autoridad análoga a la del sacerdote, el chamán o el director espiritual de otras tradiciones. Pero la particularidad principal es que aquí el conocimiento no proviene de una cadena autorizada de maestros sino que es por completo de nueva invención y se remonta como mucho al fundador de la corriente. Es este aire innovador, en que se fundan constantemente nuevas escuelas que dicen haber descubierto una nueva verdad oculta, algo que se repite una y otra vez en la new-age y que, más allá del peligroso personalismo que muestra de forma notoria, pone de manifiesto un desprecio absoluto por cualquier tradición, las cuales son calificadas de antiguas y 'obsoletas'. No hace falta decir que el olvido y el desprecio por el pasado como una carga de la que hay que desprenderse son dos 'marcas' inseparables de la modernidad. 

Esta tendencia a borrar el pasado y reinventar la historia, tan propia de toda la modernidad occidental, la encontramos más claramente si cabe en cómo el psicoanálisis interpreta los mitos antiguos -¡desde su propio punto de vista e ignorando por completo la autoridad de quiénes los transmitieron!- y además inventa un nuevo discurso pseudo-mítico acerca de la historia de la humanidad, donde plasma su ideal de hombre -una especie de antropología rudimentaria y desacralizada-. 

Respecto a su interpretación de los mitos antiguos diremos que nos encontramos ante un profundo desconocimiento del valor y la utilidad reales del mito tradicional, al que se trata como si fuera un mero cuento y sobre el que se proyectan las obsesiones propias del psicoanalista. Si bien las interpretaciones de los mitos por parte de los académicos pecaban de un excesivo literalismo dando lugar a veces incluso a interpretaciones historicistas de los mismos [4]; el psicoanálisis abrió la puerta a las lecturas y teorizaciones más descabelladas de los mitos de otros pueblos. Si los disparates del psicoanálisis podían ser publicados y recibir la aprobación social cualquier hipótesis por absurda o irracional que fuese tenía derecho a existir... Y en ello estamos. Se abrió así la puerta a las interpretaciones más literalistas y materialistas de las Escrituras sagradas de cualquier pueblo, en un camino, que aún no ha terminado, de ataque constante a la Tradición y que busca sin lugar a dudas socavar a ojos del ciudadano corriente su legitimidad. 

Por lo demás sus interpretaciones de los mitos antiguos, así como las del simbolismo tradicional, carecen de todo interés. Principalmente porque imponen al análisis su propio punto de vista, sus sesgos y sus obsesiones, cuando donde realmente el simbolismo de una tradición puede aportarnos más es precisamente cuando somos capaces de situarnos en el punto de vista de quienes lo crearon, intentando desentrañar su motivos y no proyectando los nuestros sobre ellos. Así por ejemplo sus acercamientos a la simbología alquímica son completamente estériles e ineficaces, pues no pretenden explicar la 'vía alquímica' sino emplearla para justificar sus propias veleidades y teorías. 

Pero como decíamos, el psicoanálisis no solo juzgaba e interpretaba los mitos antiguos, también pretendía reemplazarlos por los suyos propios, unos pseudo-mitos nada atractivos por otra parte, pues tomaban siempre un aspecto invertido y como de una farsa respecto a los auténticos. Aquí destaca especialmente la importancia que Freud diera al mito de Edipo, como una prefiguración mítica de toda la humanidad (¡!) a través de proponer tal episodio como modelo del proceso por el que el niño se hace hombre adulto (¿?). Toda una declaración de intenciones de lo que desde esta desviación que es el psicoanálisis entiende que es convertirse en sujeto pleno: ir contra los propios orígenes y pasado. Encontramos de nuevo una idea central de la modernidad: el conflicto entre individuo y sociedad que a menudo se expresa como un conflicto generacional entre el individuo y la cultura y los valores que le precedieron. 

En cuanto a estos pseudo-mitos seremos muy breves, en ellos el freudismo muestra su carácter más anti-tradicional y anti-social, también sus influencias más inferiores a través de la
 descalificación permanente de la familia y la comunidad que son presentados como entes permanentemente represores, nunca como entornos de aprendizaje o protección, así como de forma más general esconde un ataque permanente a toda la herencia judeo-cristiana, aspecto que no ha pasado desapercibido a muchos analistas. 




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Después de todo lo dicho pueden esbozarse algunas conclusiones. 
  • En primer lugar sostenemos el carácter revolucionario, modernista y profundamente anti-tradicional del psicoanálisis, carácter que se aprecia ante todo en su condición de 'nueva creación' -aparentemente salido de la nada- y en su acusado personalismo. El personalismo es algo muy común en la intelectualidad occidental y además de otorgar al 'autor' un aire de 'maestro', le permite tomar lo que quiere y le conviene de aquí y de allí, en una melange muy propia del ecumenismo postmoderno y la new-age. El psicoanálisis en tanto sistema ideológico, que incluye una psicología y una antropología propios, trata de explicar el todo humano a partir de una percepción parcial y reduccionista de éste, la visión profana moderna, algo que tiene en común con toda la filosofía occidental moderna -racionalista y personalista- y que delata su verdadero origen: la primacía absoluta del 'punto de vista profano'. 
  • En segundo lugar, y por lo que se refiere al contenido mismo de su ideología nos parece muy claro que semejante ideario lejos de ser inocente o inofensivo ha tenido un efecto tan real como perverso sobre el imaginario colectivo de la sociedad occidental, en particular sobre los jóvenes -baste referirse a la generación del mayo del '68-, suscitando de forma evidente el conocido auto-odio de la sociedad postmoderna y su rechazo visceral a todo pasado, toda tradición, toda sabiduría o forma de vida que recuerde su origen. 

El psicoanálisis ha cumplido así, y esta podría ser nuestra tercera conclusión, a través de la popularización de todos estos falsos mitos, un papel de intoxicación del imaginario social, que tomó especial relevancia cuando estos pseudo-mitos fueron asumidos muy pronto por parte del universo artístico, de la mano de las vanguardias y, en especial, del surrealismo. Un papel fundamental de demolición y sustitución de los viejos mitos e imágenes que componían la herencia cultural europea, sobre todo de los ideales heroicos -valor, sacrificio, honor, esfuerzo-, heredados de la edad media y sobre los que se fundó occidente como sociedad y civilización, valores todos ellos ahora suplantados por los nuevos 'anti-mitos' disgregadores  y mezquinos donde las ideas básicas son: 
  • que el hombre es un ser por naturaleza innoble, desviado y psíquicamente enfermo -no un aspirante a héroe por naturaleza como sostenía la mitología tradicional- y que debe aceptarse así, no luchar contra sus tendencias disolventes innatas o intentar superarse sino expresarlas, pues de lo contrario se frustrará su verdadera naturaleza
  • que la sociedad -no la sociedad moderna, sino la sociedad como tal, cualquier sociedad- es copartícipe de este debilitamiento psíquico del hombre por la vía de la 'represión de los instintos'.   
Recordemos aquí que la idea freudiana de pulsión o instinto, al quedar fuera del marco de la psicología tradicional que la encauza como elemento de lucha y superación, aquí es traspuesta al marco profano más materialista y biologicista, convirtiéndose en una superstición en toda regla. 

Estamos por tanto ante una mitología denigradora y envilecedora del hombre, pues lo presenta como un ser innoble y egoísta, y además más allá de su imagen del sujeto individual propone un proyecto nihilista de sociedad, donde el límite y la disciplina son percibidos como agentes perjudiciales y se apuesta por una libertad disolvente y hedonista. Todo ello en perfecto acuerdo, como puede verse, con los impulsos disgregadores más propios de la modernidad. 

El mayor logro del psicoanálisis es precisamente el de haber legitimado a ojos de la sociedad las pretensiones más viles y oscuras del individualismo moderno y haber inoculado estas ideas disolventes, contrarias a toda construcción de la comunidad, el esfuerzo y el deber, a la juventud muy en particular. Todas estas ideas han servido socialmente para justificar la molicie personal y el abandono de la búsqueda de toda virtud. Es evidente que la falta de contención y de límites morales de la sociedad actual tiene una gran deuda con Freud... Un mérito nada desdeñable. 

Por todo ello consideramos el psicoanálisis como uno de los pilares ideológicos más firmes de la postmodernidad, pues fue quizá el primer discurso que asumió el innato pesimismo postmoderno y lo anunció en sus propios términos. 

Por último y para acabar no podemos dejar de lamentar la buena prensa que el freudismo sigue disfrutando en ciertos círculos, en particular entre aquellos que se tienen por la vanguardia 'intelectual' y 'contra-cultural' de nuestra decadente sociedad.



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[1]  De ψυχή, alma. Aunque habría que matizar que los griegos consideraban al ser humano compuesto por varias 'almas' diferenciadas, cada una de las cuales poseía diferentes potencias y residía en una región del cuerpo diferente.  


[2] De αγωγή, conducta, comportamiento.

[3] E. Underhill, La mística (Parte II, cap. V). Ed. Trotta, 2006. 

[4] El literalismo, enemigo secular del simbolismo, es uno de los males congénitos de la modernidad. 


1 comentario:

aa11ct9 dijo...

Me encanta el blog

Dicho esto, debo disentir en como se trata el tema del ocultismo, por lo menos el ocultismo clasico europeo.

Desde hace mas de una decada he explorado el ocultismo tradicional en su teoría y practica, y puedo atestiguar que es muy excepcional el caso donde las dinamicas sociales modernas se plasman en este campo, a diferencia de lo que ocurre en la new age.

Si a alguna nocion de sistema social se puede ligar el ocultismo es sin duda a la aristocracia