Hasta aquí hemos explicado brevemente las tres funciones principales que poseía el arte en una sociedad tradicional y que pueden resumirse como sigue:
- función (con)formadora - educar y dar forma al alma a un nivel profundo para constituir un ser humano integral.
- función comunicadora - como puente o camino por el que el sujeto establece contacto con las realidades superiores, pone en comunicación ambos mundos.
- función transformadora o reparadora - a fin de re-equilibrar, restituir el orden (cosmos) perdido. Este ordenamiento se da tanto entre los hombres (nivel social) como entre la Tierra, los hombres y los Cielos (nivel cósmico).
Por
último, pueden ser adecuadas unas palabras acerca del origen del arte desde la
perspectiva tradicional. Debemos hacer notar que este origen no es diferente al
del lenguaje mismo, en tanto que la potencia simbólica de ambos remite por
entero al espíritu, que es su fuente común. Ambos son inevitablemente huella
del espíritu en el mundo. A propósito de esto, se dice a menudo que la
característica más reseñable de ambos –lenguaje y arte- es la función simbólica
y representativa, pues bien, sin negar esto, entendamos que representar es volver a presentar algo,
para lo cual es necesario que ese algo esté ausente, de ahí que toda
representación implique siempre recuperar una presencia perdida, es decir,
poner fin a una ausencia.