sábado, 17 de mayo de 2014

Esoterismo cristiano: el Avemaría (I)



Como todo símbolo sagrado, la conocida oración del Avemaría, rezada cada día por millones de cristianos en todo el mundo, oculta en su interior sentidos y significados que van más allá y completan el sentido que muestra su forma exterior; forma que, en este caso, por tratarse de una oración verbal, la proporcionan las palabras. La forma misma de esta oración, como veremos, es parte de la enseñanza mística que se pretende transmitir.

Como es sabido el Avemaría consta de dos partes: una primera de salutación y bendición a la Santísima Virgen y una segunda que es una plegaría que los fieles y toda la Iglesia le dirigen en tanto Madre de Dios.  

La primera parte a su vez está compuesta de dos saludos, ambos tomados del Evangelio de Lucas. En primer lugar el saludo angélico que tiene lugar en la Anunciación (Lc. 1, 28):

AVE MARIA, gratia plena, Dominus tecum


En segundo lugar, otro saludo, en este caso el de su prima Isabel en la Visitación (Lc. 1, 42):

Benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui, Iesus. 

Puesto que en el versículo anterior se dice expresamente que Isabel estaba "llena del Espíritu Santo" (Lc. 1, 41), podemos entender que las anteriores palabras provienen del Espíritu Santo mismo pues son inspiradas directamente por Él. 


Finalmente la segunda parte del Ave María es una plegaria o súplica reclamando su intercesión en los Cielos:

Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, 
nunc, et in ora mortis nostrae. Amen.


La primera parte, en tanto sus palabras provienen -directamente o por medio de inspiración- del Cielo, se puede tomar como en sentido descendente. Los Cielos saludan y bendicen a María. En cambio, cumple una misión bien diferente la segunda parte, que es una súplica que envía la Iglesia y sus fieles a la misma Virgen, de modo que podemos imaginarla, como toda súplica, de sentido ascendente. Este esquema básico del Avemaría puede representarse gráficamente del siguiente modo: 


Comprobamos gráficamente cómo la primera mitad de la oración desciende sobre María mientras la segunda mitad asciende de los fieles hacia ella. 


Ahora bien, si ponemos juntas las dos partes tal y como la oración es pronunciada por  los cristianos encontramos que el Nombre de Jesús ocupa justamente su centro, quedando prácticamente el mismo número de palabras por encima y por debajo de la palabra Jesús:


AVE MARIA, gratia plena, Dominus tecum. 
Benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui, 

Iesus

Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, 
nunc, et in ora mortis nostrae. Amen.


Lo cual se puede expresar gráficamente así:




Jesús queda por tanto en la misma oración como puente y vínculo entre Cielo y tierra, entre las gracias descendentes del Cielo y las súplicas ascendentes de los hombres. Es evidente que esto no es casual y que se optó por señalar este lugar central del Santo Nombre de Jesús en la oración. Es por esta razón por la que la Iglesia añadió la súplica o plegaria que constituye toda la segunda parte y que se sabe que en origen no existía. 

Además tal y como queda constituida la oración completa, ésta parece proteger y ocultar en su interior el Divino Nombre lo que la convierte en un vehículo del mismo, es decir del Nombre de Dios. Un verdadero mantra si empleamos la terminología oriental. 

Se descubren aún nuevas connotaciones si pensamos que la oración completa es dirigida a la Virgen María, que es quien llevó en su seno precisamente a Jesús: 

'Bendito el fruto de tu vientre'.


Es decir el núcleo físico y gramatical de la oración es equivalente al vientre mismo de la Virgen, de hecho lo dice, vientre -o arca- que es protegido por el mismo Cielo que desciende con su bendición, y que reposa y se apoya sobre las plegarias humanas en su parte inferior. 



La Virgen como Arca de la Nueva Alianza.

Por último, recordemos que el Santo Rosario se popularizó a través de Santo Domingo precisamente en la era Gótica, una época que dirigió su espiritualidad especialmente a la Virgen y que ha sido calificada de un "triunfo de la Virgen". Esta relación con el Rosario es más profunda de lo que puede parecer a primera vista. 

Sabemos que la Virgen fue simbolizada por las flores en general y por la rosa en particular. Las flores, que son en sí mismas receptáculos del polen -masculino- y en cuyo interior se desarrollan las semillas de las nuevas plantas, representan simbólicamente cálices o recipientes de la Gracia espiritual que baja del Cielo. Son entonces un símbolo del Inmaculado vientre de María. Así simbólicamente podemos ver la llegada y polinización de un insecto, digamos una abeja, como análogo a la Anunciación misma. Estas relaciones son conocidas en el simbolismo medieval y evidentes por lo demás. 

Pero partiendo de esta relación de María con las flores veamos una nueva posibilidad de representación gráfica de la estructura del Avemaría. Si hemos dicho que las palabras de Saludo y Plegaría protegen en su interior -al modo de un arca o cáliz- el Nombre de Jesús tal y como el vientre de María protegió su cuerpo, la flecha o salutación descendente y la flecha de intención ascendente pueden cerrarse, en cuyo caso obtenemos la siguiente representación:



La estrella de David -tradicional símbolo de la unión de los Cielos y la tierra- con el Nombre de Jesús en su interior, por tanto el símbolo del pueblo hebreo se convierte aquí claramente un símbolo místico de María. Recordemos además, siguiendo a Guénon, que este símbolo representa al Mediador universal que une el Cielo y la Tierra [1]. 

En efecto, los dos triángulos equiláteros son, en la tradición alquímico-hermética, símbolos del Fuego -el espíritu- y de la Tierra, los elementos superior e inferior respectivamente según la teoría clásica de los 4 elementos -como ya hemos tenido oportunidad de comprobar en ciertos esquemas del Árbol sefirótico-. 





Por otra parte, la intersección de ambos en la estrella de David simboliza la sagrada unión de Cielo y tierra -el Hierogamos- y la presencia de la Sekinah, la 'presencia divina', así como de la unión del alma enamorada con el divino Amado. Unión de Cielo y tierra que se produjo en María misma -en su vientre- mediante la Encarnación del Verbo.  

Dicha figura es además una representación esquemática de una flor. Así por ejemplo, la estrella de David ha sido repetidamente comparada con una rosa simple de seis pétalos. Y en el esoterismo hebreo este símbolo fue figurada a menudo por la flor de la granada (Punica granatum). Es conocido el valor simbólico de esta flor en la tradición hebrea -flor cuyo cáliz posee una semejanza evidente con el vientre o el útero de la mujer en cinta- como representación de la Sekinah e incluso en ocasiones del mismo pueblo hebreo. Así por ejemplo se cita la granada cuando se hace referencia al Pardés [2] o Jardín del Edén, o simplemente al jardín-huerto como lugar sagrado, tal y como aparece por ejemplo en el Cantar de los Cantares de Salomón. 


Levantémonos de mañana a las viñas;
Veamos si brotan las vides, si ya están en cierne, 
Si han florecido los granados;
Allí te daré mis amores.

(Ct. 7, 12)


De modo que ahora podemos apreciar claramente cuál es el sentido profundo de la misma denominación del Rosario: si cada Avemaría es en sí mismo una rosa mística [3], el Rosario completo es efectivamente una Corona de rosas


Diremos para acabar que la figura completa resulta ser una representación gráfica -y mística- de la Virgen misma: María es el Nuevo Arca [4] que contiene y protege a Jesús, único y verdadero intermediario entre los Cielos y la tierra. En la oración del Avemaría ella lo lleva en su seno místicamente tal y como lo llevó en su seno corporal durante su existencia terrena, por ello cobra sentido pedir su intermediación. 


Y esta es la figura que dibuja el Avemaría cuando es pronunciado, al modo de las figuras mágicas de los encantamientos o de los yantras budistas: al verbalizarlo y articularlo dibujamos sutilmente esta forma sagrada, de un modo similar a como Bach 'dibujaba' ciertas figuras geométricas -por ejemplo la Cruz- con la música. Este es uno de los secretos que encierra la forma que adopta el Avemaría. 




[1] R. Guénon, La Gran Triada, capítulo XIV. 
[2]Recordemos que la palabra Paraíso proviene del hebreo Pardés, huerto o jardín de frutales, a través del latín Paradiso, así como nuestra palabra prado. 
[3] Conocido título que se le da en las Letanías Lauretanas.
[4] Título que también las Letanías Lauretanas otorgan a María. 



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