martes, 18 de febrero de 2014

Simbolismo del 'triple recinto'



Ya hemos hablado en otro lugar del simbolismo del 'triple recinto' o la 'triple fortaleza' -típicamente celta aunque no exclusivo de ellos-, que muestra ante todo el esquema básico de toda sociedad tradicional. En base a este esquema centrípeto y tripartito se organiza toda la forma social en sentido funcional y estructural pero también su propia forma física pues se sigue este esquema a la hora de construir las villas y ciudades. 

La ciudad refleja este esquema debido a que es -o debe ser- un microcosmos, un reflejo en la tierra de un orden mayor, universal, que debe mostrar simbólicamente los principios metafísicos en que se apoya y sostiene su sociedad. Además a la hora de construir una ciudad hay en los pueblos tradicionales un reconocimiento del organismo que la propia ciudad es, organismo en cierto modo análogo a un ser vivo. De hecho el mismo rito fundacional equivale a un nacimiento simbólico por el que se extrae del caos informal el terreno sobre el que se va a edificar la ciudad, que supone un nuevo orden. 


Además nos hemos referido anteriormente al esquema del 'triple recinto' como uno de esos símbolos malentendidos por la arqueología moderna. Como lamentable prueba de ello diremos solamente que hemos llegado incluso a escuchar de boca de arqueólogos, ante un grabado que mostraba el 'triple recinto' a las puertas de un antiguo poblado del sur de la península ibérica, que dicho esquema laberíntico bien pudiera ser un plano esquemático de la ciudad originaria de la que viniera este pueblo (¡!), en clara pero subliminal referencia al remozado por la modernidad mito de la Atlántida, haciendo alarde así de una ignorancia absoluta en lo que a simbolismo tradicional se refiere e intentando como siempre que la realidad apoye las hipótesis más o menos fantasiosas y sesgadas del arqueólogo y no al revés, como debiera ser. Ante las críticas que pudiera hacerse a tales groserías, es fácil que los académicos se defiendan aduciendo que 'es solo una hipótesis de trabajo' y que 'toda hipótesis es factible mientras no se demuestre lo contrario', etc., invocando así esa deidad del relativismo que tanto place a nuestros contemporáneos y situando la mentira, el prejuicio y sobre todo el juicio propio, a la altura de la verdad que es siempre y en todas partes, ¿cabe mayor cinismo al tratar de defender la mentira? Es obvio que estas actitudes muestran que no hay voluntad alguna de cambiar por parte de los expertos. 

Concretamente, en el caso que comentamos se toma el dibujo básico de la ciudad circular con forma de laberinto -a veces presente en tradiciones muy alejadas entre sí-[1] como un plano pretendidamente realista en recuerdo de una realidad histórica (¿?) cuando en verdad se trata más bien de lo contrario: 

para un pueblo tradicional es la realidad la que debe parecerse al modelo ideal, que es eterno y sagrado, y no al revés, la representación parecerse a la realidad. Hay aquí una profunda incomprensión del pensamiento tradicional, incomprensión que sería fácil remediar tan solo con percatarse de que el arte tradicional no es nunca realista -lo cual es considerado un rebajamiento de la calidad y la dignidad del arte- sino idealista. El arte tradicional apunta siempre al 'mundo de las Ideas', como todo arte verdadero, podríamos añadir. 



La ciudad de Jericó es mostrada en este manuscrito medieval siguiendo el esquema 
mítico de la ciudad-laberinto, asociado con frecuencia a la mítica Atlántida.
En realidad este esquema circular se asocia en todas las tradiciones con las ciudades primordiales o pre-diluviales. Lo que añade significación a este hecho es que en 'tiempos históricos' el plano ideal de la ciudad siempre haya sido el cuadrado o rectángulo.



Así, utilizando sin empacho mitos que no se alcanzan a comprender como el de la Atlántida, se olvida que cuando pueblos antiguos representaban la Atlántida -o cualquier otra ciudad mítica que cumpliera idéntica función simbólica que aquella- bajo la forma de un laberinto sobre las aguas no plasmaban su forma real histórica sino su forma ideal, que es la forma ideal y perfecta de la ciudad primordial. Por supuesto lo que decimos guarda una estrecha relación con el hecho de que las primeras viviendas y ciudades construidas por los hombres fueran de planta y forma circular, así como con el hecho no menos llamativo de que en cierto momento histórico -que puede muy bien ponerse en relación con el mito del diluvio universal- dichas edificaciones pasaran a ser casi en todas partes de forma cuadrangular. Esto nos conduce a su vez al misterio de la cuadratura del círculo y al simbolismo de la Jerusalén Celeste del Apocalipsis, que habrá de descender de los cielos al fin de los tiempos, pero no podemos profundizar más sobre ello. 

Por otra parte, como es obvio, que los dibujos de las ciudades míticas reflejen esquemáticamente este modelo ideal -laberinto, triple recinto, isla sobre las aguas, etc...- no impide de ningún modo que en la realidad esas primeras ciudades -ahora míticas- no tuvieran realmente esa forma y siguieran ese esquema simbólico; tan solo quiere decirse que si lo eran, ello era debido precisamente a que debían parecerse al modelo arquetípico -que está simbólicamente en los cielos-, y no al revés como se pretende al deducir de los grabados que el modelo surgió de ellas. Esto es realmente un 'darle la vuelta' a la realidad. 

El mismo hecho de encontrarse siempre estos dibujos del 'triple recinto' a las puertas -como los laberintos estaban de hecho a las puertas de los recintos iniciáticos- así lo demuestra. Nos preguntamos cómo alguien que demuestra tal incomprensión por el arte tradicional está capacitado para decir nada -más allá de obviedades- sobre esos pueblos. 

La idea de la 'ciudad-isla sobre las aguas', que posee innumerables variantes[2], remite a la estabilidad sobre el alma inestable, inferior y pasional -las aguas inferiores- de modo que estas ciudades míticas siempre representan un ideal superior de ciudad.  


Por último, el hecho de que estos diagramas laberínticos se encuentren siempre a las puertas  o en las murallas de la ciudad tiene también una clara significación: 

  • de una parte el carácter apotropaico, aun en muchas culturas se justifican las circunvoluciones del laberinto como un camino para que los malos espíritus se extravíen y con tal motivo se colocan en las puertas de las casas. 
  • pero por otra parte también hay una relación con el viaje al mundo inferior, al mundo de los muertos, con el cual la ciudad siempre ha guardado una estrecha aunque misteriosa relación, y de hecho el mundo de los muertos en muchas tradiciones indoeuropeas era denominado tradicionalmente 'ciudad de los muertos', incluso los bienaventurados iban tras su deceso a ocupar su lugar en otra ciudad, la de 'los vivientes'. Quizá es así porque en el fondo las calles de las nuevas ciudades debieron ser para sus primeros pobladores -sobre todo si estos provenían del campo- verdaderamente farragosos y oscuros laberintos, donde además -como todas las mitologías muestran explícitamente- se mostraban a la luz todo tipo de corrupciones y perversiones. La ciudad siempre ha sido un entorno decadente y peligroso, y por tanto una cara del infierno. Sea cual sea la razón el hecho es que la ciudad siempre significó un descenso a las profundidades humanas tanto individuales como colectivas.   



[1] Que remite por otra parte al mito de la ciudad-isla sobre las aguas, 'ciudad de los vivientes', de los hiperbóreos o el mítico Avalon. 

[2] Véase al respecto Evola, J. 'El misterio del Grial'. 

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