viernes, 29 de agosto de 2008

Algunas notas sobre el amor cortés (IV)



El amor cortés y la Virgen María

Según Markale la palabra virgen está en relación etimológica (de las palabras celtas werg, encerrar, wraka, de ahí bruja) con las ideas de fuerza, acción y encierro o enclaustración. La virgen es así la mujer “cerrada” o “encerrada en sí misma”, con el sentido claramente alegórico que ello supone. La palabra virgen parece estar incluso relacionada con la idea de energía. Es evidente el parecido con la potencialidad, la materia o la substancia (y por tanto con la shakti). De hecho el latín virgo no deja de estar  con vir – fuerza, hombre.

Diana es siempre casta, rechaza a los hombres pero los pone a su servicio, los esclaviza. Hay una cierta relación con la virgen también.

Dios – María
Caballero – Dama

(Lanzarote – Ginebra)
(Robin - Marian)


El caso ideal en la literatura/mitología es una pareja adúltera y por tanto subversiva del orden social. Por ello es necesario el furtivismo, porque el amor se da sólo en peligro, en situaciones de riesgo o gran dificultad: imposibilidad social, dificultades materiales, etc…

Pero el furtivismo del amor se asocia con otro carácter típico medieval: el esoterismo. El furtivismo, la discreción, el ocultamiento del amor y del objeto amado, la promesa de silencio, todo ellos nos recuerdan los ritos mistéricos e iniciáticos. La iniciación solo era posible lo oculto, lejos de la luz, apartada de lo visible, lejos de lo que se muestra a la sociedad. Es así el amor un rito esotérico en toda regla pues la confidencialidad de la pareja nadie la rompe, todo sucede en lo íntimo, en el interior, en lo secreto. Las confidencias amorosas no salen de lo íntimo como los secretos del esoterismo no pueden hacerse públicos y quedar al alcance de los profanos. En ambos círculos se promete discreción y guardar silencio en presencia de profanos. Vemos la interesante relación entre el amor cortes y los rituales iniciáticos de la caballería medieval, asociado todo ello al cristianismo esotérico, heterodoxo que abundaba en la época. El amor era sin duda una senda espiritual, de entre otras posibles.

La mujer por otro lado pasa a ser ayuda y además motivo de la acción heroica y guerrera, impulsora de la noble acción, acción dirigida al perfeccionamiento: vemos un reflejo del karma yoga hindú, el yoga de la acción justa y liberadora. La mujer es el impulso divino (shakti) que mueve a esa acción heroica cuyo fin es la superación de la condición humana y material.

Asimismo el encuentro definitivo entre dama y caballero sólo puede producirse tras la búsqueda iniciática. De ahí la necesidad de separaciones, desgarros y sufrimientos. Todo ello pasos purificadores dirigidos a la perfección.

La diosa es la Gran Madre, madre de todo lo existente. Es por ello desde un plano superior la puerta del mundo, por la que todos llegamos al mundo. Pero es también desde el punto de vista contrario la “puerta del cielo” (Ianua Coeli, como reza la letanía), lo cual equivale a la muerte, la devoradora de mundos, la diosa Kali – la pareja de Shiva –, que es como una imagen invertida de la virgen y a la que sin embargo se debe adorar/amar igual: es la Virgen apocalíptica. Es la puerta por la que salimos del mundo, por la que regresamos a lo inmanifestado, al origen incondicionado. Si por un lado nos expulsa –dándonos la forma y la existencia– por el otro nos devora.

Así el amante es la víctima sacrificial pues su objetivo último en tanto que caballero y héroe iniciático es renunciar al ego y, librándose de él, perder su lado condicionado, social y mundanal. Es decir, olvidar todo lo que el mundo y la sociedad le han enseñado, por ello su carácter subversivo y revolucionario, que no se atiene a normas preestablecidas: un detalle muy visible en el mito de Tristán e Isolda.

Este simbolismo aparece en la misma iglesia (en particular en su forma románica). En el exterior de las iglesias románicas abundan los monstruos devoradores, las fauces que engullen figuras humanas o las trituran entre sus dientes. Si el interior de la iglesia es como una caverna, también es el interior del monstruo mítico: el interior de la ballena de Jonás, el intestino del monstruo donde la personalidad del héroe se deshace de sus partes viles y de donde la esencia (el verdadero sí-mismo) resurge transformada y purificada. Sobra señalar aquí la semejanza entre el laberinto y el intestino. Al triturarse la personalidad humana (el lado social y consciente del individuo) lo que se pierde es también inevitablemente el nivel mental de la consciencia habitual. (Remitimos aquí a todo lo que ya dijimos sobre la relación entre el laberinto y el psiquismo inferior). El resto de la aventura heroica se efectuará en otro estado mental, la 'pura tiniebla', un estado de atención y concentración especial de los sentidos que no reside simbólicamente en el cerebro sino en el corazón. 




La Virgen y la Shakti.

Por su parte María es madre de dios, ya que dios tomó forma humana en su interior; exactamente como la presencia divina acampa y toma forma entre nosotros en el interior del tabernáculo, el templo o santuario. María es el templo de dios por antonomasia, el lugar donde se manifiesta la Shekinah. El espíritu es aquello cuya presencia anima el templo, el espíritu –Purusha hindú– anima la materia/substancia Prakriti hindú– que sin él sería inerte .

Las catedrales góticas además que estar dedicadas a la virgen intentan ser simbólicamente la virgen misma, la representan en tanto que lugar donde toma forma y se hace presente el espíritu: Emmanuel -dios entre nosotros-. Tal y como el Espíritu Santo tomó forma en el interior de la virgen. María es ella misma el templo de dios que no es otro que la catedral gótica: el espacio donde baja el espíritu para presentarse bajo la forma e imagen de Cristo, ante y entre nosotros. La catedral supone esa puerta de entrada-al-mundo y a la vez salida-del-mundo.

En el diagrama cabalístico del árbol sefirótico esa puerta entre la inmanifestación y la manifestación es Binah, la Sabiduría. Y Binah ha sido llamada en cábala Mara, la Gran Madre. Y no es coincidencia que la virgen sea Santa Sophia, la sophis de los gnósticos, el conocimiento que proviene de la revelación divina. La santa Sabiduría de la Escritura que existe desde el principio mismo del mundo –cual el Verbo-. La catedral no debe contener la sabiduría sino ser –encarnar- la sabiduría divina: debe ser su misma manifestación en la tierra. La catedral debe ser ella misma esa sabiduría corporeizada, materializada, hecha piedras. La catedral debe ser el libro que contenga y transmita esa sabiduría divina. Es así como se dice que la catedral es un libro –mejor dicho dos: uno abierto a todos y otro cerrado a la mayoría, solo abierto a los elegidos* –: no porque contenga múltiples historias sino porque su misión última es transmitir y conservar un conocimiento sagrado, la misma misión de un libro sagrado. Sabemos además que el grial tomó algunas veces en la leyenda la forma de un libro escrito en caracteres extraños, sólo comprensibles para unos pocos -los iniciados-, es decir un libro esotérico por tanto. Y sabemos que una de las etimologías de grial lo emparenta con gradale, graduale, o sea libro. Sabemos asimismo que la figura de Cristo en majestad –pantocrátor – acostumbra a portar un libro abierto: el evangelio. En él está escrito todo lo que ha sucedido y lo que ha de suceder, del principio al fin de los tiempos, desde la alfa hasta la omega. La catedral es ese libro, la catedral es el grial, quien lo entiende no encuentra diferencia entre la catedral de piedra y su catedral (templo donde se encarna el espíritu) interior.

En una última y arriesgada analogía la materia se representa sobre el plano por el cuadrado o, en la tridimensionalidad, por el cubo. Pues bien, las catedrales con su planta de cruz latina no dejan de ser la extensión sobre el plano del cubo geométrico. El primer chakra (muladhara chakra) es, y no por casualidad, también representado por el cuadrado: es la figura más fija, menos móvil, menos dinámica, la más estable de todas las figuras geométricas y por ello representa una energía análoga. Pues bien, no podemos dejar de advertir que la planta de la catedral no es sino la apertura del cubo, el cubo in extenso, abierto a los cielos –y a su influencia celeste y espiritual–. El cubo deja de estar encerrado en sí mismo, se abre: kundalini, la energía básica, primordial es despertada y sale de su letargo para empezar su camino de perfeccionamiento y ascenso a los cielos. La propia catedral es así el muladhara chakra que contiene dentro la energía sháktica de la serpiente.

La dama del caballero prefigura esta energía sháktica: no es más que la forma exterior de la Kundalini interior que el caballero busca despertar/reanimar. Y los trabajos y proezas ejecutados por su dama no son sino el régimen de ascesis guerrera y sexual necesario para despertar la energía dormida en su interior. La dama es la prefiguración de la shakti del caballero y por tanto una forma exterior, más material y aprehensible, de la cristiana figura de la Virgen María.


Para ver los capítulos finales: 
Conclusiones I y Conclusiones II



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* Por lo demás es así como lo vemos en la conocida figura de la Sabiduría que guarda la entrada de Notre-Dame de París.


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