viernes, 29 de agosto de 2008

Algunas notas sobre el amor cortés (I)

(Inspiradas en el libro El amor cortés o la pareja infernal de Jean Markale y yendo un poco más allá)

El amor cortés tuvo lugar entre los siglos XI y XIII y mayoritariamente entre las clases nobles y acomodadas. No fue un fenómeno de masas sino, más bien, de élites. No deja de sorprender que el triunfo del amor cortés coincida tan exactamente con la época de mayor esplendor de los cultos marianos, lo que podríamos denoiminar un
triunfo de la Virgen. Es evidente la relación entre ambos fenómenos. Notre-Dame, nuestra Dama o nuestra Señora, es también la dama del amor cortés que es su prefiguración, su materialización en la vida del caballero. Nuestra dama universal se convierte para el caballero en mi dama.


Dama – del latín domina, femenino de dominus; dueña, señora.

Se produce en el ideal del amor cortés una unión del amor con la acción guerrera (con todo lo que implica el ideal de la caballería). El amor pasa a ser el motivo que permite la hazaña, la proeza, la superación de uno mismo.

El caballero nunca puede ser el marido (sería entonces el igual de su esposa). El caballero debe estar mas abajo que la amada en la escala social y espiritual, por eso el caballero no tiene dominios ni fortuna personal, tan solo voluntad, por ello presta sus servicios. Pero el caballero sí ha de poseer una potencialidad, una capacidad de ser, una casta guerrera. Y gracias a la mujer que a la que va a honrar con sus gestas y a la que servirá hasta el limite extremo de sus posibilidades pondrá en marcha esa potencialidad, llevará a cabo proezas que le harán ser amado por la mujer adorada y podrá recibir la recompensa que se merece. Al hacerlo él mismo superará distintos estadios de evolución: una rigurosa iniciación caballeresca que le llevará a un rango espiritual superior, al que no habría tenido acceso sin la motivación, provocada exclusivamente por la mujer, su dama.

La dama por su parte nada sería sin aquel al que elige entre los pretendientes, aquel con el que va a iniciar un verdadero ritual de posesión, un ceremonial que llevará al hombre a transgredir los interdictos sociales, morales e incluso sexuales, para llegar a un estado de exaltación gracias al cual todo es posible. El objetivo reconocido de la dama es ser valedora de su amante, exigirle todo para hacerle mejor, lograr que recorra las etapas necesarias para su desarrollo espiritual y eso al precio des las más duras obligaciones, pruebas penosas e injusticias escandalosas en muchos casos. Se somete al amante a vicisitudes intolerables en algunas ocasiones pues afectan a su honor. Con ello no se mide el grado de obediencia sino la fuerza, el coraje, la virtud (del latín virtus, fuerza), la capacidad de enfrentarse con el mejor de los ánimos a los contratiempos, a las derrotas, a los sinsabores y a pesar de todo soportar la situación.

La noción del individuo desaparece en este juego amoroso para dejar paso a la noción de pareja: el caballero amante no puede existir por sí solo (necesita una dama objeto de su amor), ni tampoco la dama encuentra mucho sentido a su existencia en su orgullosa soledad. Era un honor y un privilegio ser pretendida y para ello había también que hacerse valer, cultivarse como dama culta. De este modo, entre las damas de la nobleza era casi obligatorio conseguir algún caballero pretendiente, lo contrario representaba un fracaso... ¿Es esta pareja infernal paso obligado del ser que busca su plenitud? ¿Es esta pareja el perfecto hermafrodita, el rebis alquímico de las dos caras?

Socialmente el amor cortés fue también en ocasiones un modo arriesgado de vincular la fidelidad de un paladín a su señor a través de la esposa de éste. En la leyenda artúrica Arturo pide a Ginebra que retenga a Lancelot en la corte como sea. ¿Cuál es entonces el límite?

El mismo vasallo será, si es aceptado por la dama, el adicto a la dama en virtud de un juramento de amor equivalente en todo al juramento de vasallaje a su señor. Se tejía así una sutil red de interdependencias entre individuos en un sistema de vínculos espirituales y relaciones de fidelidad muy estrechas, como era en el orden feudal.

El amor aparece como un estado trascendental del ser que solo puede alcanzarse siguiendo cuidadosamente las etapas de una iniciación social, moral y psicológica al mismo tiempo. El amor cortés es una dura y larga prueba durante la cual, sean cuales sean los sufrimientos soportados, el amante desea con todo su ser llegar a la perfección encarnada en este mundo por su dama y llegar a tal perfección sólo en honor a ella. Debe hacerse valedor, merecedor de su dama. Y en último término es solo a ella a quien debe cuentas en este sentido. 

La pareja del amor cortés es infernal en la medida en que es inmoral, pues está al margen de las leyes establecidas socialmente, es subversiva; y también es inmoral en la medida en que aporta turbación y sufrimiento sin límite a alguien, el caballero, que se entrega voluntariamente y en plena conciencia a la mujer/dama que ha elegido.







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